[Esta entrada debería haberse publicado cuando toca, que es en Semana Santa, pero no he podido porque a veces la vida te zancadillea las previsiones. De todas maneras no quería dejar de compartir la receta porque me parece un básico de la cuisine espagnole y porque me encantan, ¡qué puñetas!]
Si siempre digo que la originalidad está sobrevalorada*, lo de hoy riza el rizo. España, Semana Santa. Todos los blogs de cocina publican la misma receta: torrijas. (En realidad, y dado que esta entrada se debería haber publicado la semana pasada, debería decir: “han publicado”). Pan frito bajo múltiples formatos, que las hay modernas, sin freír, tradicionales, rellenas, en forma de canutillo... Parece mentira lo que da de sí una cosa tan humilde.
¿Cuántas se harán en estos días? Estoy seguro de que una buena montaña porque -al menos en mi entorno- las he visto en casas, bares, supermercados, pastelerías... Hasta en un hospital, donde uno de los familiares de un enfermo apareció con una bandeja enorme y un termo lleno de café. Palabrita, que fui testigo directo.
Una de las cosas graciosas sobre las torrijas es que son un postre de aprovechamiento bastante más universal de lo que podríamos pensar en un principio. Como he leído últimamente por ahí, no es que sean “ciencia de cohetes” y claro, las hay por todas partes. En Francia son “pain perdu”, en Gran Bretaña “poor knights of Windsor” o “eggy bread”, en Portugal las podemos encontrar como “rabanadas”, “fatias douradas” o también como “fatias paridas” (fatia quiere decir loncha o tajada). También son algo así como una torrija las “french toasts” que se conocen por medio mundo. Vale que hay ligeras variaciones en cuanto a la manera de prepararlas o los distintos líquidos con las que se mojan al final, pero son postres muy similares.
Las torrijas son pan empapado en leche que se reboza en huevo, se fríe y se pasa por azúcar y canela. Luego se suelen regar con almíbar (más o menos enriquecido), vino o leche aromatizada.
La manera de hacer las en casa (ojo, no digo que sea la mejor ni la más extendida, si no la que hacemos aquí) es rematándolas con un almíbar ligero.
Para hacerlas hay que ser organizados como sólo puede serlo una madre española, curtida en otras batallas como la Operación Almóndiga (que son mucho más hogareñas que las albóndigas, que se pueden encontrar hasta en los bares más abyectos) , la Batalla de Navidad o el Zafarrancho del Cumpleaños Veraniego. Los (y sobre todo “las”) que habéis derramado en estas campañas sangre, sudor y lágrimas sabéis a qué me refiero. Hay momentos culinarios en los que sin una estricta organización militar se sucumbe. ¡Y no estamos para sucumbir! “Lucharemos en las playas [...]; lucharemos en los campos y en las calles; lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos...".
En fin, que me pongo anglófilo y bastante he tenido esta última temporada entre Orgullo y prejuicio (la serie de la BBC que toda persona con dos neuronas activas debería ver) y Los sabores del Raj, un libro genial sobre la vida y la cocina de la India cuando el Imperio no formaba parte de Star Wars. Tal vez debería empezar a comentar libros, como en mis buenos tiempos.
En fin, antes de que se me olvide quiero comentar algunas cosas sobre este postre tan casero:
- Lo habitual es hacerlas de pan del día anterior, pero también las hay de brioche o de sobaos.
- Si las queréis hacer de vino tinto, basta con empaparlas en vino con azúcar (100 g de azúcar por cada vaso de vino según Arguiñano). El resto va igual.
- También se puede mojar, una vez fritas, en leche. Bien con la que os sobre de empaparlas, que se puede colar, o -si vuestro nivel de tiquismiquismo es enfermizo (a veces pasa)- haciendo un poco más de leche aromatizada con piel de cítricos y canela. Suena a restorán fino, ¿verdad? Pues así las hacía mi abuela y estaban brutales. Eso sí, no aguantan mucho. Pero ¿para qué van aguantar?
- En casa las hacemos de la tercera manera: las regamos con un almíbar ligero. Por poneros una cantidad (la saco del libro de Ana María Herrera): “un cuarto de litro de agua, doscientos gramos de azúcar, se deja hervir seis minutos y se introducen las torrijas una a una para que se empapen bien del almíbar”. Creo que aquí es más ligero.
- Para acabar con este recopilatorio de baños, en el 1080 proponen un almíbar enriquecido con vino: “(1/2 litro de agua, 125 de azúcar, 1 corteza de limón y 2 casos de buen vino blanco) se pone a cocer el agua con la corteza de limón y el azúcar unos 8 minutos, y después se le añade el vino y se deja cocer otros 5 minutos. Se aparta del fuego y, cuando está aún caliente (pero no hirviendo), con una cuchara sopera se vierte sobre cada torrija el amíbar”.
* En realidad, lo digo respecto a la pintura clásica (Velázquez y demás genios) pero lo podéis aplicar a lo que os dé la gana.
Si queréis la receta en PDF, la tenéis aquí.
Si siempre digo que la originalidad está sobrevalorada*, lo de hoy riza el rizo. España, Semana Santa. Todos los blogs de cocina publican la misma receta: torrijas. (En realidad, y dado que esta entrada se debería haber publicado la semana pasada, debería decir: “han publicado”). Pan frito bajo múltiples formatos, que las hay modernas, sin freír, tradicionales, rellenas, en forma de canutillo... Parece mentira lo que da de sí una cosa tan humilde.
¿Cuántas se harán en estos días? Estoy seguro de que una buena montaña porque -al menos en mi entorno- las he visto en casas, bares, supermercados, pastelerías... Hasta en un hospital, donde uno de los familiares de un enfermo apareció con una bandeja enorme y un termo lleno de café. Palabrita, que fui testigo directo.
Una de las cosas graciosas sobre las torrijas es que son un postre de aprovechamiento bastante más universal de lo que podríamos pensar en un principio. Como he leído últimamente por ahí, no es que sean “ciencia de cohetes” y claro, las hay por todas partes. En Francia son “pain perdu”, en Gran Bretaña “poor knights of Windsor” o “eggy bread”, en Portugal las podemos encontrar como “rabanadas”, “fatias douradas” o también como “fatias paridas” (fatia quiere decir loncha o tajada). También son algo así como una torrija las “french toasts” que se conocen por medio mundo. Vale que hay ligeras variaciones en cuanto a la manera de prepararlas o los distintos líquidos con las que se mojan al final, pero son postres muy similares.
Las torrijas son pan empapado en leche que se reboza en huevo, se fríe y se pasa por azúcar y canela. Luego se suelen regar con almíbar (más o menos enriquecido), vino o leche aromatizada.
La manera de hacer las en casa (ojo, no digo que sea la mejor ni la más extendida, si no la que hacemos aquí) es rematándolas con un almíbar ligero.
Para hacerlas hay que ser organizados como sólo puede serlo una madre española, curtida en otras batallas como la Operación Almóndiga (que son mucho más hogareñas que las albóndigas, que se pueden encontrar hasta en los bares más abyectos) , la Batalla de Navidad o el Zafarrancho del Cumpleaños Veraniego. Los (y sobre todo “las”) que habéis derramado en estas campañas sangre, sudor y lágrimas sabéis a qué me refiero. Hay momentos culinarios en los que sin una estricta organización militar se sucumbe. ¡Y no estamos para sucumbir! “Lucharemos en las playas [...]; lucharemos en los campos y en las calles; lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos...".
En fin, que me pongo anglófilo y bastante he tenido esta última temporada entre Orgullo y prejuicio (la serie de la BBC que toda persona con dos neuronas activas debería ver) y Los sabores del Raj, un libro genial sobre la vida y la cocina de la India cuando el Imperio no formaba parte de Star Wars. Tal vez debería empezar a comentar libros, como en mis buenos tiempos.
En fin, antes de que se me olvide quiero comentar algunas cosas sobre este postre tan casero:
- Lo habitual es hacerlas de pan del día anterior, pero también las hay de brioche o de sobaos.
- Si las queréis hacer de vino tinto, basta con empaparlas en vino con azúcar (100 g de azúcar por cada vaso de vino según Arguiñano). El resto va igual.
- También se puede mojar, una vez fritas, en leche. Bien con la que os sobre de empaparlas, que se puede colar, o -si vuestro nivel de tiquismiquismo es enfermizo (a veces pasa)- haciendo un poco más de leche aromatizada con piel de cítricos y canela. Suena a restorán fino, ¿verdad? Pues así las hacía mi abuela y estaban brutales. Eso sí, no aguantan mucho. Pero ¿para qué van aguantar?
- En casa las hacemos de la tercera manera: las regamos con un almíbar ligero. Por poneros una cantidad (la saco del libro de Ana María Herrera): “un cuarto de litro de agua, doscientos gramos de azúcar, se deja hervir seis minutos y se introducen las torrijas una a una para que se empapen bien del almíbar”. Creo que aquí es más ligero.
- Para acabar con este recopilatorio de baños, en el 1080 proponen un almíbar enriquecido con vino: “(1/2 litro de agua, 125 de azúcar, 1 corteza de limón y 2 casos de buen vino blanco) se pone a cocer el agua con la corteza de limón y el azúcar unos 8 minutos, y después se le añade el vino y se deja cocer otros 5 minutos. Se aparta del fuego y, cuando está aún caliente (pero no hirviendo), con una cuchara sopera se vierte sobre cada torrija el amíbar”.
* En realidad, lo digo respecto a la pintura clásica (Velázquez y demás genios) pero lo podéis aplicar a lo que os dé la gana.
Si queréis la receta en PDF, la tenéis aquí.
TORRIJAS Dificultad: para personas ordenadas, cero; para desordenadas, 5 (en la escala de Mme. Cocotte). Ingredientes (Para un montón de torrijas. 16 salieron de la primera tanda):
Preparación: 1 Ponemos a calentar la leche con la cáscara de limón, la de naranja, los 2 palos de canela y las 2 cucharadas de azúcar. Le podéis añadir más, pero quedará demasiado dulce y no se notará el sabor a cítricos y canela. Vamos, que allá vosotros. Lo dejamos hervir 5 minutos. Retiramos del fuego, dejamos que se enfríe y colamos la leche. 2 Cortamos el pan en rebanadas gorditas, batimos los huevos y ponemos el aceite a calentar. 3 Cuando el aceite esté bien caliente, empaparemos las torrijas en la leche, las escurriremos un poco (porque si no se parten), las pasaremos por huevo y las freiremos. Esto con cada una, en plan militar. Una vez fritas las escurrimos colocándolas en un plato o una bandeja con papel de cocina y, finalmente, las pasamos por azúcar y canela. Sí, hace falta un poco de organización, pero es así de fácil. 4 Una vez que las tengamos rebozadas de azúcar u canela, y colocadas en una fuente, las rociaremos con un almíbar ligero. Almíbar: Ingredientes: 1/2 litro de agua, 125 de azúcar y cáscara de limón. Preparación: hervimos el agua con el azúcar y la cáscara de limón 8 minutos. Lo dejamos que se enfríe un poco, que no es plan de abrasarse, y regamos las torrijas a nuestro gusto. Ya sólo queda ponerse una en un plato y merendar como Dios manda, al menos en Semana Santa. |