En toda familia que se precie hay un miembro más aventurero de lo habitual. Los Calleja tienen al primo Jesús, los Grylls a Bear, los Haddock al tío Archibald, los Messner a Reinhold (y al Yeti, desde hace algún tiempo), los Bolson a Bilbo (lo de Frodo no dejó de ser una segunda parte algo hipertrofiada)... Hasta los fraggles contaban con el tío Matt el viajero.
En la familia Cocotte tenemos a Monsieur Bonnechance, experto montañero. Él aporta la cuota extra de adrenalina y sustos a nuestra habitualmente tranquila vida en Talavera-sur-Mer.
Nada hacía sospechar que M. Bonnechance fuese a resultar el Amundsen de la familia Cocotte. Bueno, su padre -M. Bonnechance es Cocotte por parte de madre- es oriundo de un pequeño pueblecito situado en una montaña donde hace un frío que pela, pero el primo siempre fue un niño algo enclenque con tendencia a la lectura y al estudio. Nada que ver con el loco del alpinismo, el cicloturismo, el esquí y la vida al aire libre en general en que ha devenido.
Bueno, tampoco pensábamos que diese el paso de fan y espectador de rugby a jugar de ala en el equipo de su Facultad. A lo mejor ese fue el comienzo.
Como decía, M. Bonnechance es nuestro aventurero familiar, durante todo el año sube montañas, desciende senderos, se descuelga por riscos imposibles –en ocasiones, con resultados notablemente distintos a los esperados, como cuando el pasado verano nos demostró que su cabeza es más dura que ninguna piedra, roca o peñasco de la sierra- o recorre países extraños pedaleando a todo meter. Estamos esperando que cualquier día nos diga que se va a la Gran Barrera a domesticar tiburones blancos.
Entre tanta actividad, todos los años hace una parada la mañana de Nochebuena para acudir a la maison Cocotte para tomar algo y contarnos sus últimas aventuras. Correrías, en algunas ocasiones.
A raíz de su afición a las montañas –con sus plantitas, sus piedras y sus cabras- M. Bonnechance ha llegado a ser experto en comida asturiana. No hay chigre que no conozca de Llanes a Tapia de Casariego. Ha trasegado miles de culines, cientos de quesos afuega'l pitu, decenas de merluzas a la sidra, kilos y kilos de arroz con leche y dos o tres cachopos, lo más parecido que se conoce al filete de brontosaurio de los Picapiedra.
Pero si hay algo en lo que es experto más allá de lo razonable –además de en Farmacia y Química Orgánica- es en la elaboración de choricines a la sidra, todo un arte disfrazado de aparente sencillez.
Ésta es su receta secreta. Se la sacamos hace dos navidades a base de vino de la tierra y ahora la compartimos von vosotros. ¡Que aproveche!
La receta en pdf, aquí.
En la familia Cocotte tenemos a Monsieur Bonnechance, experto montañero. Él aporta la cuota extra de adrenalina y sustos a nuestra habitualmente tranquila vida en Talavera-sur-Mer.
Nada hacía sospechar que M. Bonnechance fuese a resultar el Amundsen de la familia Cocotte. Bueno, su padre -M. Bonnechance es Cocotte por parte de madre- es oriundo de un pequeño pueblecito situado en una montaña donde hace un frío que pela, pero el primo siempre fue un niño algo enclenque con tendencia a la lectura y al estudio. Nada que ver con el loco del alpinismo, el cicloturismo, el esquí y la vida al aire libre en general en que ha devenido.
Bueno, tampoco pensábamos que diese el paso de fan y espectador de rugby a jugar de ala en el equipo de su Facultad. A lo mejor ese fue el comienzo.
Como decía, M. Bonnechance es nuestro aventurero familiar, durante todo el año sube montañas, desciende senderos, se descuelga por riscos imposibles –en ocasiones, con resultados notablemente distintos a los esperados, como cuando el pasado verano nos demostró que su cabeza es más dura que ninguna piedra, roca o peñasco de la sierra- o recorre países extraños pedaleando a todo meter. Estamos esperando que cualquier día nos diga que se va a la Gran Barrera a domesticar tiburones blancos.
Entre tanta actividad, todos los años hace una parada la mañana de Nochebuena para acudir a la maison Cocotte para tomar algo y contarnos sus últimas aventuras. Correrías, en algunas ocasiones.
A raíz de su afición a las montañas –con sus plantitas, sus piedras y sus cabras- M. Bonnechance ha llegado a ser experto en comida asturiana. No hay chigre que no conozca de Llanes a Tapia de Casariego. Ha trasegado miles de culines, cientos de quesos afuega'l pitu, decenas de merluzas a la sidra, kilos y kilos de arroz con leche y dos o tres cachopos, lo más parecido que se conoce al filete de brontosaurio de los Picapiedra.
Pero si hay algo en lo que es experto más allá de lo razonable –además de en Farmacia y Química Orgánica- es en la elaboración de choricines a la sidra, todo un arte disfrazado de aparente sencillez.
Ésta es su receta secreta. Se la sacamos hace dos navidades a base de vino de la tierra y ahora la compartimos von vosotros. ¡Que aproveche!
La receta en pdf, aquí.
CHORICINES A LA SIDRA Dificultad: lo pueden hacer hasta los montañeros que hayan perdido sus dedos en el Annapurna . Ingredientes (para entre 1 y 1000 choricines. Depende del tamaño de la olla y de lo brutos que seamos):
Preparación: 1 Se pinchan los choricines. 2 Se ponen en una olla. 3 Se inundan en una mezcla de sidra y agua (2 partes de sidra por una de agua). 4 Se ponen a cocer a fuego lento durante 45 minutos. 5 Se sacan los chorizos y se sirven cortados en rodajas, por ejemplo. Para beber se escancia sidra asturiana. No puede ser de otra manera. |