Para los que no lo sepan, los “días de” son un una especie de acuerdo gastrobloguero en el que se decide cocinar algo el mismo día. Es bastante divertido y de alguna manera te hace sentir parte de la comunidad cocinillas (que es un poco rara, las cosas como son). Así de memoria, creo que sólo he participado en el de la #megagalleta y en el de la #ensalada.
Yo no soy muy de sumarme a estas cosas. No es por esnobismo ni por un supuesto afán de ir por libre. Tiene más que ver con que bastante lío tiene uno con el día a día (y más este curso, que he vuelto a la escuela con mi cartera y mi plumier) y con la enorme lista de cosas que quiere cocinar.
Sin embrago, cuando Graci –creo recordar que la instigadora fue ella- nos dijo que el 5-D era el día del vino y que podríamos celebrarlo todos juntos me pareció genial por muchos motivos. Por una parte, me gusta el vino, aunque no sea un experto para nada. Apenas soy capaz de saber si un vino me gusta o no, pero la verdad es que suelo tener en casa unas cuantas botellas (de las que solemos dar cuenta con alegría Mme. Cocotte, el primo Bonnechance y yo, para qué engañarnos). También es verdad que père Cocotte hace vino en la casa del pueblo. Y el abuelo Cocotte también lo hacía, y antes de él… No sé hasta cuándo se remontará la tradición, pero me gustaría ser el próximo, la verdad. Siempre digo que la cerveza, pero sería más sencillo para mí hacer vino porque de alguna manera ya conozco muchos de los procesos. Y por último, pero no menos importante, vivo en un país -y en una región- con una enorme tradición vinícola. Y como es un día para celebrar, pues eso. Que me apetecía hacerlo.
Además, la gente de la DO Valdepeñas tuvo el detalle de apuntarse (me temo que aquí la insistencia de Graci ha debido ser determinante) y ha estado mandando botellas de vino a saco. La idea era que la gente cocinase cosas que se llevasen bien con el vino. Y yo elegí vino tinto porque mi idea era hacer algo a lo que le tenía muchas ganas: rabo de toro (bueno, diremos de ternera, que no le he hecho una prueba de ADN) guisado en vino. Y como dice el señor Larousse que la mejor manera de marida un vino con un plato es –más allá de las normas básicas- es cocinar con ese mismo vino, me he visto obligado a comprar otra botella de Valdepeñas para deslizársela a la chicha. Esto del blog me sale carísimo.
En fin, la cosa es que como además todo esto del #diadelvino me coincide con las “dos semanas horribles de exámenes que te cagas, dos”, y aunque he empezado a hacerlo esta mañana, no lo he podido acabar aún y será la comida de mañana. Pero de todas maneras quería participar, así que hoy os dejo la receta –que es del cocinero con más garrote que existe- y mañana os pongo la foto. Si no me lo como todo antes, claro, porque tiene una pintaza tremenda. Mientras tanto, os tendréis que conformar con esa de ahí arriba que he robado de internet #noesrobarsinotepillan
Por cierto, que no se me olvide. He disfrutado muchísimo haciéndolo. Es un guisote de los de a fuego lento-lento 4 horas y luego haz todas esas cosas más. Mañana lo pienso disfrutar y me acordaré de vosotros. Desde el cariño, por supuesto.
[Edito: después de haberlo comido hoy, seisdeldocedeldosmiltrece, sólo puedo decir: gracias, Diox, por haber creado las uvas y a las vacas con su rabito, como las pasas. Amén. Esto está buenísimo con letras de latón recién bruñidas. Lo único es saber con qué va mejor: con un (buen) puré de patatas, con esas mismas pero fritas (así ha sido hoy), con cuscús, con… Bueno, habrá que ir repitiendo y probando. En serio, ha sido de esas veces que cocinas y tienes una revelación Esto es una cumbre].
Yo no soy muy de sumarme a estas cosas. No es por esnobismo ni por un supuesto afán de ir por libre. Tiene más que ver con que bastante lío tiene uno con el día a día (y más este curso, que he vuelto a la escuela con mi cartera y mi plumier) y con la enorme lista de cosas que quiere cocinar.
Sin embrago, cuando Graci –creo recordar que la instigadora fue ella- nos dijo que el 5-D era el día del vino y que podríamos celebrarlo todos juntos me pareció genial por muchos motivos. Por una parte, me gusta el vino, aunque no sea un experto para nada. Apenas soy capaz de saber si un vino me gusta o no, pero la verdad es que suelo tener en casa unas cuantas botellas (de las que solemos dar cuenta con alegría Mme. Cocotte, el primo Bonnechance y yo, para qué engañarnos). También es verdad que père Cocotte hace vino en la casa del pueblo. Y el abuelo Cocotte también lo hacía, y antes de él… No sé hasta cuándo se remontará la tradición, pero me gustaría ser el próximo, la verdad. Siempre digo que la cerveza, pero sería más sencillo para mí hacer vino porque de alguna manera ya conozco muchos de los procesos. Y por último, pero no menos importante, vivo en un país -y en una región- con una enorme tradición vinícola. Y como es un día para celebrar, pues eso. Que me apetecía hacerlo.
Además, la gente de la DO Valdepeñas tuvo el detalle de apuntarse (me temo que aquí la insistencia de Graci ha debido ser determinante) y ha estado mandando botellas de vino a saco. La idea era que la gente cocinase cosas que se llevasen bien con el vino. Y yo elegí vino tinto porque mi idea era hacer algo a lo que le tenía muchas ganas: rabo de toro (bueno, diremos de ternera, que no le he hecho una prueba de ADN) guisado en vino. Y como dice el señor Larousse que la mejor manera de marida un vino con un plato es –más allá de las normas básicas- es cocinar con ese mismo vino, me he visto obligado a comprar otra botella de Valdepeñas para deslizársela a la chicha. Esto del blog me sale carísimo.
En fin, la cosa es que como además todo esto del #diadelvino me coincide con las “dos semanas horribles de exámenes que te cagas, dos”, y aunque he empezado a hacerlo esta mañana, no lo he podido acabar aún y será la comida de mañana. Pero de todas maneras quería participar, así que hoy os dejo la receta –que es del cocinero con más garrote que existe- y mañana os pongo la foto. Si no me lo como todo antes, claro, porque tiene una pintaza tremenda. Mientras tanto, os tendréis que conformar con esa de ahí arriba que he robado de internet #noesrobarsinotepillan
Por cierto, que no se me olvide. He disfrutado muchísimo haciéndolo. Es un guisote de los de a fuego lento-lento 4 horas y luego haz todas esas cosas más. Mañana lo pienso disfrutar y me acordaré de vosotros. Desde el cariño, por supuesto.
[Edito: después de haberlo comido hoy, seisdeldocedeldosmiltrece, sólo puedo decir: gracias, Diox, por haber creado las uvas y a las vacas con su rabito, como las pasas. Amén. Esto está buenísimo con letras de latón recién bruñidas. Lo único es saber con qué va mejor: con un (buen) puré de patatas, con esas mismas pero fritas (así ha sido hoy), con cuscús, con… Bueno, habrá que ir repitiendo y probando. En serio, ha sido de esas veces que cocinas y tienes una revelación Esto es una cumbre].
RABO DE TERNERA GUISADO AL VINO TINTO Dificultad: largo como una eterna tarde de domingo, pero no difícil. grado de dificultad. Ingredientes:
1 Sazonamos los trozos de rabo y los salteamos por tandas en una pizca de aceite de oliva hasta que se doren. 2 Reservamos los trozos de rabo y tiramos el aceite, ya que suele quemarse. 3 Añadimos una pizca más de aceite limpio y en el mismo fondo, para recuperar los jugos adheridos, a fuego más bien suave, cocinamos todas las verduras troceadas en pedazos hermosos. (Este párrafo es pura poesía). 4 Las dejamos 20 minutos y las sazonamos, sin dejar de darles vueltas. Introducimos los pedazos de rabo junto con el jugo que hayan podido soltar, el vino, el agua y la pastilla de caldo, sazonando una vez más ligeramente. 5 Tapar y dejar que hierva a fuego muy lento hasta que la carne esté muy tierna y se despegue fácilmente del hueso pero sin que se deshaga. Lo que vienen a ser tres horas y media o cuatro al chup-chup cochinero. 6 Después de esto, abrimos la olla y retiramos los trozos de carne del caldo. Colamos éste último y lo dejamos reducir a fuego lento hasta dejarlo en un litro aproximadamente. Incorporamos la mantequilla en trozos pequeños y volvemos a introducir el rabo (esta frase se las trae, ¿eh?) y continuamos su cocción unos 50 minutos más a fuego muy lento, de manera que la carne se vaya abrillantando y la salsa espesándose. “Es importante reseñar que este guiso, como muchos otros de carne, hay que llevarlo a cabo manteniendo el punto de ebullición muy bajo, para que apenas se perciba un leve borboteo. Sólo así se mantendrá la melosidad de la carne”. Lo que os digo, poesía. |